Verde o celeste, o todo lo contrario.

Marcelo Mosenson
3 min readDec 27, 2020

Justificar el derecho al aborto aduciendo que una mujer es dueña de su cuerpo me resulta muy cuestionable. Porque ¿qué hay del hombre que espera y desea a un hijo cuando su pareja decide unilateralmente abortar, sin más? ¿Acaso el hecho de tener que transitar un embarazo la convierte en absoluta dueña de la decisión sobre la vida y la muerte? A su vez, como bien sostienen los celestes, el ser dueño del propio cuerpo ¿autoriza completamente a una mujer a decidir sobre la vida que se lleva dentro? Ni siquiera el suicidio es aceptado en la mayoría de los casos como un acto de libertad individual fuera de toda condena. Los seres queridos lo viven como un gesto egoísta hacia quienes lo duelan, mientras que los ritos judíos que normalmente se realizan para honrar la memoria de una persona fallecida se omiten en el caso de un suicida, ya que para el judaismo quien se priva de la vida consciente de su acción no es merecedor de ningún ritual.

Sin embargo, cuando los celestes claman que hay vida desde el momento mismo de la concepción, valdría razonar del mismo modo comprendiendo que toda célula es vida, y no por ello, entonces, cabría, entiendo, abolir la masturbación masculina por el mero hecho de estar condenando a la tumba a millones de espermatozoides diseminados por fuera del cuerpo como consecuencia de una eyaculación.

A veces, la única solución para abordar ciertos temas es la de asumir previamente que algunos dilemas no tienen solución. Sólo a partir de internalizar el absurdo de la vida podemos pensar que el hecho en sí carece de significado. Para un vegetariano, por ejemplo, matar a un animal con el propósito de comerlo resulta inaceptable; mientras que para los que comemos carne lo vivimos como un derecho prácticamente natural, casi instintivo. Sin embargo, quizá nadie tenga del todo la razón.

El discurso como la manifestaciones de los verdes resulta violento, escandaloso, falto de sustento en muchas de sus manifestaciones y harto antipático respecto de la estética que manifiestan sus valores. Pero tampoco comprendo la razón por la cual los celestes se indignan con tal vehemencia frente a las decisiones ajenas. Es cierto que se está matando vida, lo cual dista mucho de estar asesinado a una persona.

La vida plantea constantemente conflictos que no tienen solución ni justicia. Toda moral es construcción. Lo cual nos obliga a encontrar un camino entre la contradicción, la paradoja y la ambivalencia.

No veo porqué no podrían convivir ambas visiones sin pretenciones de universalidad, a condición de que se respeten mutuamente . Lo cual nos llevaría, prácticamente, a la despenalización del aborto. Pero no necesariamente por todas las razones que suelen clamar los pro abortistas. Y las razones importan mucho. Mientras que los celestes podrían dedicar más bien toda su energía a defender preferentemente a las personas que los rodean que a la mera vida.

En todo esto pensaba de manera confusa durante una cena a la que acudí hace algunas semanas cuando la mayoría de los comensales, mayoritariamente pro aborto me miraba y escuchaba con bastatante recelo al pronunciarme a favor del aborto pero en contra de los pañuelos: verdes y azules, sin comprender que uno pueda estar a favor y en contra de ambas posturas, o todo lo contrario.

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