EL BESO

Marcelo Mosenson
4 min readAug 25, 2022

Por Marcelo Mosenson

El beso húmedo es el acto sexual y amoroso íntimo por excelencia.

Se puede afirmar que alguien no sabe besar, pero me resisto a aceptar que alguien sí sepa hacerlo. Porque el beso es necesariamente una danza que se baila de a dos. En el mejor de los casos, uno apenas se sabe besar con alguien en particular.

Si efectivamente hubiera un saber al respecto, ¿cómo podría explicarse el rechazo físico que podemos sentir por alguien que supimos besar en alguna oportunidad?

El beso siempre ha tenido buena prensa. Una de las grandes escenas del cine mundial es la del film, Cinema Paradiso, en el cual el protagonista se sienta en una sala de cine a ver una edición de cortes de besos de grandes clásicos del cine, bajo la icónica música nostálgica de Ennio Morricone.

Sin embargo, en nuestra era de amores líquidos, el beso se devaluó como el peso argentino, mientras que el sexo, al igual que el dólar, suben sin pausa en su cotización.

Nunca he escuchado hablar del beso cuando de conflictos y atracciones entre parejas se trata. El placer sexual, las palabras, los gestos y las actitudes monopolizan la escena, pero el beso, termométro ineludible de los sentimientos entre los amantes se resiste a ser nombrado. No sólo, quizá, porque se trata de un acto tan íntimo como de una extrema vulnerablilidad, sino que también porque es el espejo de una realidad que en muchos casos evitamos aceptar: la falta de ternura, o aún peor, la inxisencia de amor entre los protagonistas.

Cuántas parejas habrían de ahorrarse años de planteos y frustraciones innecesarias si se concentraran en percibir sus respectivos besos, tanto desde aquel mítico primer beso como a lo largo del tiempo compartido.

Hay besos que se dan con los ojos cerrados para refugiase así de la inquisición de quien nos mira. Por el contrario, hay otros que se realizan con los ojos abiertos como para no zambullirse en la entrega. También los hay cortos, esos que parecieran apenas querer cumplir con un gesto que permita sentirse y hacer sentir al otro que todavía hay intimidad entre ellos. También los hay prolongados y lascivos, esos que se perfilan como una antesala del acto sexual. Pero pocos son las oportunidades en las que el beso, al igual que el sexo, sean una experiencia compartida en la que los amantes se amalgamen, aunque más no sea que por un instante.

Cuando era chico me repugnaba la idea de darle un beso con lengua a un chica. Sencillamente no lo comprendía. ¿Que podía haber de placentero en que dos lenguas húmedas se entrelacen mientras los labios se peguen a los de una mujer? Sin embargo, esa misma sensación, distorsionada por la ignorancia y la inmadurez de la niñez conserva toda su fuerza cuando uno se ve sometido a besar a alguien que nos produce rechazo.

El problema radica en que acostumbrados a besar por la inercia de las circunstancias podemos llegar a olvidar, o sencillamentente subestimar, lo que está en juego en cada beso. La relación auténtica entre dos amantes. El beso se banaliza todavía más que el sexo, pero nadie sale indemne de un mal encuentro. Aún resulta peor si ni siquiera sabemos que los besos a los que estamos acostumbrados no son de calidad, sino más bien una repetición gestual de una convención cultural en la cual suelen sucumbir los amantes.

Se puede vivir sin besarse. Se puede besar sin expectativas. Pero no se puede ocultar lo que uno siente o deja de sentir. Se podrá mentir, camuflar o disfrazar al otro lo que vivimos, pero jamás podremos mentirnos a nosotros mismos, aún si nos esforzamos en subestimar su importancia.

La memoria es sabiamente selectiva respecto de estas circunstancias. ¿Acaso, cuántos besos recordamos realmente? ¿Hubo alguno que nos hiciera sentir, al menos por un instante que estábamos con la persona correcta?

El beso puede ser un arma de seducción, una invitación a la desnudez, una revancha a la indiferencia, una manifestación de una conquista éfimera, incluso una manifestación de odio distorsionada hacia el otro, pero jamás se trata de un acto inocente. Sólo en escasas ocasiones el beso es un acto equilibrado en donde dos personas se encuentran indefensas dispuestas a penetrar y ser penetrados por el cuerpo (la lengua) del otro con el sólo objetivo de no tener ningún otro ineterés más que el de sentir y expresar lo que las palabras no pueden nombrar.

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